En constante cambio

Hubo varios días, no sé si meses, una etapa en la que me preguntaba si había cambiado tanto que ya no era yo misma. Me sentía infiel, fallándome a mí misma por una forma de ser que se había formado alrededor de la idea de que tenías que mantener siempre “tu esencia” inquebrantable.

Me enfrentaba a constantes cambios, como una adolescente, parecía que de repente ya no sabía quién era. Mis valores no habían cambiado, pero sí mi forma de ver la vida, además me sentía muy perdida. Entonces tuve un plan que era infalible: permanecer en mi solitario refugio hasta que esa “etapa” caducara y volviera a ser yo.

Pasaba de largo por los sitios y las personas, a veces notando que no era capaz de sentir nada, más que vacío; me preguntaba si se había roto algo dentro, y otras veces, sentía demasiado enfado o tristeza conmigo por no saber en qué punto de mi vida estaba y por qué no era capaz de vivir como había hecho siempre… Era abrumador, y no parecía que fuera a acabar pronto. Entre crisis de ansiedad, vacíos y explosiones internas, fui sobreviviendo, hasta que me di cuenta de algo: no estaba viviendo, solo pasaba por la vida evitando enfrentar todos esos cambios y esa “yo” interior que solo necesitaba que me detuviera.

Paré.

Me senté a hablar conmigo misma, reconocí los cambios y los abracé, abrí nuevos horizontes. Había estado tanto tiempo asustada y sin parar… Necesitaba paciencia, tiempo, espacio y comprensión. Todo lo que cualquier persona necesita, pero que yo no me estaba dando. No estaba dejando de ser yo, de hecho, estaba empezando a ser mejor cada día. Pero para romper el cascarón, iba a tener que perder algunas cosas para ganar otras, y valdría la pena.

Aquí estoy ahora, sigo despacio, pero con buena letra, en el camino de ser mejor cada día.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *