Baile de Disfraces
A veces, cuando no me siento bien, salgo de casa y me sorprendo al verme con ese disfraz, cosido con hilos de seguridad, con una máscara de alegría y un andar recto… o eso creo yo.
No me malinterpretes, no intento ser otra persona. Siempre soy yo misma, no pierdo mi esencia. Pero la gente que no me conoce me juzga rápidamente, y últimamente eso me está generando conflictos. Mi ansiedad social —que es lo que realmente siento— se encuentra con la impresión que trato de dar.
Entiéndeme, no tengo por qué ir rota por la calle. Ese tipo de personas no lo merece. Cuando he salido sin el «disfraz», no he sido bien recibida.
Las personas que me conocen también lo notan. A veces dicen que «parecía más seria» o algo por el estilo…
Escribo esto porque, si te encuentras en la misma situación, quiero recordarte lo importante que es ser tú mismo, no hacer daño a nadie y apartarte de quienes te hacen sentir que necesitas llevar siempre un disfraz. Porque, si no, nunca te encontrarás a ti mismo.
A ti, si lees esto y sueles juzgar a los demás sin profundizar, te diría que el espejo te puede consumir por dentro. Tal vez no has logrado construir una personalidad fuerte y, por eso, te ves obligado a mantener tu propio disfraz. La inseguridad puede desbordarte.
Ahora, tengo la suerte de saber quién soy, y el disfraz solo sale conmigo en ocasiones (pocas). Pero, por dentro, sé quién soy y con quién quiero estar, sin tener que ponerme esa máscara. Es muy liberador rodearme de personas que me valoran por lo que soy, sin el disfraz. Para llegar a ese punto, a veces hay que apartar a algunas personas, pero cuando lo haces, llega la paz.
¡Os abrazo mucho en la distancia!