No me fui, solo me apagué… y ahora vivo por mí

Todo pesa más cuando estás en un proceso que nadie ve.

No es como empezar una carrera nueva, ni anunciar un trabajo.

Es algo más silencioso, más íntimo.

Es empezar a vivir por ti, después de toda una vida viviendo para los demás.

Recuerdo que cuando estaba mal y alguien me daba un consejo, yo pensaba:

“Desde fuera es muy fácil hablar.”

Y ahora lo pienso…

Quizá, si todos veían lo que yo no podía ver —la salida, la herida, mi propio agotamiento—,

el problema no eran ellos, era mi ángulo de vista.

Ahora sé que hubo una parte de mí que bajó hasta este lugar para no molestar,

para no ser demasiado para nadie,

para no tener que ser cuidada.

Y ahora que estoy aquí, en este camino que elegí sola,

no puedo quejarme.

Yo me apagué por ellos. Yo me hundí por ellos.

Y sin embargo… no me fui.

Yo no me fui nunca. Solo me apagué.

Es difícil de explicar a alguien que no pasa por esto…

los bajones, las contradicciones,

las ganas de conectar con la gente,

pero también el miedo a que me hagan más daño,

a que me rechacen,

a decepcionarlos.

Y a veces también me da pena por ellos…

porque sé que no saben qué hacer conmigo cuando no soy luz.

Cuando no brillo, cuando no estoy “bien”.

Ahora veo que la teoría siempre fue fácil.

Pero la práctica…

la práctica es lo más difícil que he hecho en mi vida.

Y aun así,

cada paso me acerca a lo que siempre quise ser.

A lo que siempre fui.

A lo que siempre admiré.

Así que sí, esta historia empieza con dolor, miedo, y muchas heridas.

Pero también empieza aquí,

con los pies firmes

y sin huir.

---