Liam: La grieta en el silencio (Capítulo VII)
No me di ni cuenta. En todos esos días, ni siquiera pensé en mí, en mi vida, en mi hogar, en Érika, en el futuro que habíamos planeado, en todo lo que habíamos construido hasta entonces… Esta familia, esta sangre que llevo dentro, es capaz de quitártelo todo y pudrirte por dentro. Huir de ellos parecía la salida, pero resultó que solo me los estaba llevando conmigo. Solo disfrutaba de un permiso, como si fuera un preso que sabe que el encierro sigue esperando.
Marqué su número.
—Hola, mi amor, ¿cómo estás?
Su voz sonó fría, cansada de mantenerse sola en ese hilo rojo que un día nos sostuvo.
—Bien… bueno, oye, ahora no puedo hablar mucho…
Y yo no podía dejar de pensar que era culpa mía. Por haber cogido ese avión hasta aquí, por traspasar esos límites otra vez, por no saber elegir, por destrozar mi vida, otra vez, quizá para siempre.
Estaba lejos de ella y también lejos de mí mismo. No quería estar con ellos, pero tampoco podía irme. Aunque mi hermana no había sido buena, merecía que buscaran respuestas…
Mientras tanto, yo solo arrastraba los pies por la casa vacía de mis padres, como si eso fuera suficiente para mantenerme vivo. El aire estaba denso, cargado de años de silencios y reproches. Las paredes parecían encoger, me miraban con esa indiferencia que solo tienen los hogares rotos. Me asomaba al jardín con la esperanza absurda de verla aparecer, con el pelo suelto y una sonrisa que borrara toda esta pesadilla. Pero no aparecía nadie. Solo el viento mecía las hojas y el olor rancio de una infancia mal cerrada flotaba en el aire.
Fotos antiguas me removían por dentro. Recuerdos congelados en imágenes que dolían más que cualquier palabra. Hasta que un golpe seco partió una de ellas contra el suelo. Algo cayó del marco. Me quedé helado al ver que a la foto la “acompañaba” una bolsita medio vacía con polvo blanco. Y entonces lo supe. No todo, pero lo supe.
Comencé a buscar más, entre sus cosas, con esa mezcla de miedo y rabia que te consume. En los bolsillos de su abrigo, detrás del radiador, hasta que encontré otra bolsita rota con polvo blanco y un mechero quemado. Mi hermana no solo estaba perdida, estaba huyendo. Pero ¿de qué?
Subí las escaleras con el corazón encogido, decidido a enfrentarme a la verdad. Busqué a mi madre. La encontré fregando el suelo, como si pudiera lavar con agua y lejía las manos que siempre parecían manchadas de algo invisible.
—¿Sabías que Julia se drogaba? —le solté sin pensar, con el temblor haciendo estragos en mi voz.
Ella ni se inmutó.
—Era una cría estúpida. No supo cuidarse.
—¿Y tú? —le dije, sin poder ocultar la acusación.
Me miró rápido, con esa mirada que se clava como un puñal frío. Fue un relámpago en medio de la tormenta de siempre.
—¿Qué me estás diciendo?
—Que ella murió aquí. Que algo pasó. Y tú no moviste un dedo.
En ese instante vi una fisura en su rostro. Una grieta diminuta, una lágrima que se deslizó sin permiso, pero que limpió con rabia. Se levantó sin decir más, se fue a su cuarto y cerró la puerta con un golpe seco. Me dejó temblando en el pasillo, como si detrás de esa madera hubiera una tumba sellada.
Me quedé solo con mis pensamientos, el sonido del agua corriendo, y el vacío que parecía tragarse todo. ¿Había sido una sobredosis? No me jodas… Julia no era así. ¿O sí?
Y mientras me consumía la duda, un miedo más oscuro comenzó a asomar. Porque había algo que mi madre no decía. Algo que ella guardaba con uñas y dientes. Algo que iba más allá de las bolsitas, de las ausencias, de las mentiras. Algo que, si salía a la luz, cambiaría para siempre la historia de Julia… y la mía.
El silencio de esa casa me gritaba que aún no estaba todo dicho. Y yo no sabía si estaba preparado para escuchar la verdad.
¿Sientes que te has perdido algo?
Tal vez no sea este el principio. O quizá quieras volver a leerlo todo desde otra mirada. Encuentra todos los capítulos y relatos completos aquí:
➤ Ver todos los capítulos📖 Estoy escribiendo mi primer libro
Está hecho de recuerdos que queman, palabras que no dije en voz alta y verdades que ya no quiero esconder. No lo escribo solo por mí: lo escribo por quienes alguna vez sintieron que nadie los entendía del todo.
Si llegaste hasta aquí, formas parte de este camino. Gracias por leer, por estar, por sentir.
Y si mientras tanto quieres apoyar este proyecto, puedes hacerlo aquí:
Un café virtual es mucho más de lo que crees. 🖤