Liam : La confesión forzada (Capítulo IX)
Tumbado en la cama de Julia, pensaba en Érika. Aunque ahora estuviera lejos, ya no sabía si lo estaba solo físicamente. No sabía si se había perdido a sí mismo o también a ella: la que consideraba hogar, familia, todo lo que nunca había recibido de su propia sangre.
Mirando al techo, se hacía demasiadas preguntas. Pensaba en el tiempo que ella había tenido que sobrellevar sola, en si, cuando él regresara, podrían encontrarse como antes… o si todo esto los había cambiado tanto que ya no serían aquel refugio.
Pero la echaba tanto de menos. La amaba con una gratitud que le quemaba dentro. Agradecía haber tenido la suerte de encontrarla en este mundo tan grande, de que ella lo hubiera querido cuando él llegó roto, de que le hubiera demostrado que, aunque el mundo es cruel, a veces el amor te salva de él.
Necesitaba su voz, aunque solo fuera eso. Marcó su número.
—¿Cómo vas? —dijo ella al otro lado, apagada.
Él presentía que la perdía. Por un instante fue realista: aunque lo de su “familia” era horrible, tenía que dar valor a la familia que había construido, la que tanto le había costado proteger. No podía dejarla escapar por culpa de aquel círculo tóxico que se alimentaba de la felicidad ajena.
—Me importa más cómo estás tú —respondió—. Te echo de menos, Érika. Necesito que soportemos esto, aunque sea pedir demasiado. Dime cómo lo estás llevando.
Ella sonó un poco más animada. Entre risas confesó que ser empresaria sola no era fácil, pero que no cambiaría su puesto por nada.
La conversación se fue tornando cercana, cálida. Hablaron de verse pronto, de recuperar lo que tenían, de seguir siendo fuertes como siempre lo habían sido. Tras un par de horas de “Italia”, él tuvo que regresar a su realidad, prometiéndole que sería lo más breve posible.
Con las pilas más cargadas, bajó al salón. Allí estaba su madre, de pie, mirando la foto familiar rota. Él se quedó inmóvil en el descansillo, observándola. En su rostro no había la misma frialdad de la cena anterior.
—Mamá… —interrumpió el ritual en el que parecía atrapada.
Ella lo miró. De pronto, una lágrima cayó. Pero no era de esas lágrimas humanas, no. Era algo extraño, enigmático.
—Cuéntame qué pasó con Julia. ¿De verdad era tan mala? —la voz de Liam temblaba—. He venido hasta aquí. Háblame. La cena de ayer fue traumática. Yo no puedo más… y Ed tampoco.
—Yo… ella… —balbuceó su madre—. Venía muy drogada, Liam. No era fácil lidiar con aquello. Tu padre se gritaba con ella… y el novio ese que tenía… Tuve que hacerlo. Era día tras día. No es excusa, pero sabes que tu hermana era mala. No era como nosotros…
“Tuve que hacerlo.”
La frase se le clavó en el pecho.
—¿Hacer qué, mamá? —preguntó aterrado—. ¿Hacer qué?
Su madre rompió a gritar, nerviosa, como si quisiera expulsar lo que había guardado tanto tiempo:
—Aquel día venía mal, llorando y colocada. Yo estaba cansada: de ella, de tu padre, de la familia, de todo… ¡Joder! Solo lo sabemos nosotros, Liam. Tú no estabas. Y tenías que verla… Le dije que era un té para dormir y lo mezclé con mis pastillas. Machaqué varias…
—¿Cuántas, mamá? —la voz de Liam se quebró—. ¿Tu intención era que durmiera o…?
No pudo terminar. En ese momento se dio cuenta de que su padre y su hermano estaban en la puerta del salón escuchando. El primero, impasible, como un juez en un tribunal. Ed, en cambio, llorando a mares.
Liam gritó, ahora a todos:
—¿Cuántas pastillas?
El padre habló con una calma helada:
—Las suficientes como para que no despertara más. Tú no sabes lo que era vivir así. Necesitábamos proteger a la familia… a la que tú abandonaste.
Ahí estaba. La verdad más oscura.
No había sido Marcos, ni un amigo, ni un desconocido. Ni siquiera había sido su propia adicción. En vez de ayudarla —por muy dura que fuera la situación— decidieron asesinarla. Habían sido sus propios padres.
El shock fue tan profundo que no lo pensó. Tomó el coche y se lanzó a conducir sin rumbo por la ciudad. La rabia, la impotencia, la culpa lo devoraban.
Había venido en busca de respuestas.
Y ahora que las tenía, casi se arrepentía de haber preguntado.
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Buenas tardes.
Te felicito porque esta historia engancha mucho, es propia de una novela publicable, se merece más reconocimiento, ojalá lo consigas.