Se nos rompió el amor


El mundo se caía a pedazos, pero a nosotros no nos importaba. Verte sonreír era una adicción. Te conocí y ya no pude dejarte ir, no por dependencia, sino porque estaba convencida de que éramos más grandes desde que nos encontramos.

Quería verte feliz, quería que llegaras lejos. Asumí todo ese peso por ti, aunque ni tú mismo eras capaz de ver hasta dónde podías llegar. Te lo recordaba a diario. Y tú… tú me recogiste en los días de agotamiento, cuando yo ya no era capaz de hacerlo. Aprendimos juntos el significado del amor, la comunicación y el cuidar del otro.

Tu risa me curaba cada herida. Un solo abrazo tuyo bastaba para sanarme de cualquier cosa que me hubiera pasado ese día. Éramos casa, éramos refugio.

Hasta que dejamos de serlo.

Perdimos una batalla importante de la vida y, con ella, nos perdimos a nosotros. Al principio, seguíamos en el mismo bando, ayudándonos a salir. Pero después de eso, hubo demasiados silencios. Los abrazos ya no llegaban sin un rogar antes. Nos volvimos personas difíciles de acompañar…

El dolor me acompañaba cada día. ¿Cómo habíamos llegado a eso? No estábamos bien, pero alguna vez lo estuvimos… Tal vez, con el tiempo… Y así pasó el tiempo. Y todo empeoraba. Me dormía llorando mientras tú, en silencio, seguías con tu vida. Una vida en la que yo ya no estaba incluida.

Lo pregunté varias veces, intenté hablarlo. Pero no había manera de terminarlo de manera adulta, hasta que un día llegó una frase que me atravesó el corazón. Aún la recuerdo. No con el mismo dolor, pero la recuerdo.

Lo que vino después fue una pesadilla, ya no te conocía. Perdí todo. Mi vida, mi amigo, mi pareja, mis perros… De la peor manera en la que se puede perder a alguien. Se fue sin mirar atrás, demostrándome que una persona dice más de sí misma con la forma en que se va que con la forma en que llega.

Y yo decidí que era momento de seguir. De curarme. De no buscar respuestas que no iban a mejorar mi situación ni hacerme avanzar. Decidí conocerme y cuidar de mí.

Por supuesto que me rompí. Por supuesto que me destrozó. Pero acepté ese dolor y me reconstruí, aunque lentamente.

Porque romperse no es lo mismo que quedarse rota.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *