Sin excusas para no llegar

16 de mayo de 2025 0 comentarios 1 minutos de lectura

—¿Tiene prisa? Le pregunto por escoger mejor la ruta…Hoy hay bastante tráfico —me preguntó el chófer.

Lo miré por el espejo y le dije que no, que daba igual. Y de repente mi boca ya no iba acorde con mi cerebro. Ya no decía palabras. Intentaba decirle la mejor ruta, pero no era capaz de hablar. Así que giré la cabeza y seguí mirando por la ventana.

El pobre hombre se quedó sorprendido al ver una lágrima brotar tras mis gafas de sol.

En ese momento pensé:
“Joder, si se parara el mundo ahora mismo sería perfecto, porque no me veo volviendo allí.”

Los latidos de mi corazón me retumbaban cada vez más fuerte. Estaba cansada. Agotada mentalmente de tanta batalla. Y ahora tenía que enfrentarme a esto… otra vez.

De camino, pensaba en que ojalá pudiera decirle otra ruta. Fuera de aquí. Al aeropuerto, si fuera capaz. Si la vida me dejara. Coger un avión con destino a donde fuera y empezar de cero, como otras tantas veces he hecho.

Siempre que me viene ese pensamiento, me digo:
“Algún día.”
Y ese día nunca llega.
Y agota.

Estoy atada a cosas que yo no elegí. Por miedo. Y por amor también.
Metí un brazo en el pozo, y acabé cayendo dentro. Era de prevenir, la verdad…

Como bien dijo Leiva, últimamente “siempre estoy en mi peor momento.”

Aunque ahora veo la luz más horas al día que antes. Mucho más brillante.
Y, además, sin ayuda de nadie.

Estoy trepando hacia arriba, y prometo que estoy saliendo.
Pero cargando con más personas, es complicado.

Acaba el trayecto y llego. Como siempre.
No sé qué esperar.
Si me hubiera quedado en un atasco eterno, tendría una excusa para no llegar.