TEXTO DE RESCATE

Sus gritos me retumban en los oídos y se me clavan como puñales.
Cada uno enciende un poco más la ansiedad.
Acelera los latidos. Hiperventilo. Me agobio.
Le da igual.
Le pido que pare.
¿¡Qué quiere!? ¿¡Por qué lo hace!?

No lo sabe.
¿Su “enfermedad” es así? ¿O es maldad?
No lo sé.
Es familia.
Pienso eso para aguantar.

Pero me desbordo.
No puedo más.

¿Es posible que el corazón se salga del pecho? Porque va tan rápido y late tan fuerte que hasta duele.

Me encierro en la habitación. No queda otra.
Ella, más pequeña, es testigo de todo…

Tendría que ser la fuerte. Como siempre lo he sido.
Pero ahora mismo solo puedo llorar.
De impotencia.
De desesperación.
De dolor.

Las lágrimas son la única salida que mi estrés encuentra para salir.

Me noto tan cansada de luchar…
Arrastro enfermedad, pero muy camuflada.
Si salgo ahí fuera, no quiero que se asusten de la verdad.

Y entonces pienso:
¿Por qué sigo aquí? En este mundo.

Y vienen pensamientos.
De esos que llegan cuando el agotamiento es tal, que lo único que se desea es parar el sufrimiento.

Pero hay una respuesta.
Una pequeña luz.
Un rastro de mí que sigue ahí.
Agarrándome.
Recordándome que, si una y mil veces fui capaz de sonreír, de superar cosas, entonces…

Aunque esta vez parezca imposible,
aunque ahora no pueda ni moverme,
por lo menos lo seguiré intentando.

Mientras esa luz siga encendida.

Mientras escribo esto, mi texto de rescate, entre tantas escrituras que tengo para mí…
ésta os la voy a compartir.


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Sus gritos me retumban en los oídos y se me clavan como puñales.Cada uno enciende…

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